El director Curtis Harrington dirigió en 1972 esta peliculita de miedo ambientada en los años 20 y basada en el cuento de Hansel y Gretel, con un punto aún más perverso.
Ya desde la primera escena nos damos cuenta de que Tía Roo no es una persona muy equilibrada…A medida que nos vamos adentrando en la historia, vamos conociendo a una Tía Roo traumatizada por la trágica muerte de su hija Katerine cuando era pequeña. Sus únicos consuelos son contactar con ella a través de las sesiones de espiritismo que convoca cada cierto tiempo y, una vez al año, en Navidad, invitar a 10 niños de un orfanato cercano para pasar con ellos la Nochebuena y Navidad. Tía Roo deja de sentirse sola y los niños disfrutan de una copiosa cena y de muchos regalos. El problema llega cuando 2 hermanos que no debían asistir, se cuelan en la cena y empiezan a creerse que están viviendo el cuento de Hansel y Gretel… a partir de ese momento todo se complica… y descubrimos que, al contrario que en dicho cuento, ni la bruja es tan mala, ni los niños son tan buenos e inocentes….
Al contrario de lo que puede parecer en un principio, estamos ante una película con un guion muy elaborado, que no se queda en la superficie y que desprende una considerable mala leche.
Algo muy de agradecer es el progresivo y lógico deterioro mental de Tía Roo a medida que avanza la película (la adorable Shelley Winters nos regala una entrañable, exagerada y, hasta cierto punto, cómica interpretación), al contrario que en muchas películas de hoy en día, en que los personajes “locos” esperan al climax final para mostrar todos los tics de rigor.
Vale la pena echarle un vistazo a esta mezcla de Hansel y Gretel y Psicosis, ya no se hacen películas así.
7,5/10
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